Ayer, los secretarios generales de Caritas Internationalis, CIDSE y Pax Christi Internacional, lanzó una poderosa declaración conjunta titulada "Peregrinos de la esperanza por un mundo justo y pacífico" en un WebinarEsta iniciativa fue facilitada por SCIAF, organización miembro escocesa de CIDSE y miembro de Caritas Internationalis.
En el corazón de la declaración hay una profunda convicción: “No puede haber verdadera paz sin justicia climática, ni justicia climática sin paz”. Subraya que el colapso ecológico, los conflictos violentos y la pobreza persistente no son crisis aisladas, sino hilos entrelazados de una amenaza global compartida. La declaración conjunta también cuestiona la lógica de los sistemas impulsados por el lucro, como los de las industrias de combustibles fósiles, armamentística y financiera, que prosperan gracias a la inestabilidad, la desigualdad, la extracción incesante y el favoritismo oligárquico.
El texto completo de la versión en inglés está disponible a continuación:

Roma, Bruselas,
8 Septiembre 2025
Como representantes de redes católicas globales comprometidas con la paz, la justicia y el cuidado de la creación, unimos nuestras voces antes de la COP30 en Belém, Brasil, para afirmar una verdad simple pero urgente: No puede haber verdadera paz sin justicia climática, ni justicia climática sin paz..
Las crisis entrelazadas del colapso ecológico, la fragmentación del orden global y la pobreza extrema implacable no son problemas paralelos, sino hilos entrelazados de una amenaza global compartida. No nos enfrentamos simplemente a una crisis de emisiones de gases de efecto invernadero, a una confluencia de conflictos fronterizos o a ciclos regionales de pobreza. Nos enfrentamos a una convergencia de sufrimiento masivo actual y riesgos de daños futuros, perpetuados por un sistema político y económico que corre el riesgo de desmoronarse por completo. La situación actual es consecuencia de la negativa colectiva a pensar en las generaciones futuras (Laudato Si' 159), la codicia (LS9), la miopía (LS32), y para resolverla se necesita una nueva solidaridad universal (LS14). Si no actuamos ahora, las crisis entrelazadas que enfrenta el planeta seguirán perpetuándose y podrían llevar al planeta a su hora más oscura a menos que se produzca un cambio de rumbo.
El cambio climático ya está exacerbando los conflictos en todo el mundo, y se prevé que esta peligrosa tendencia se intensifique a medida que las temperaturas globales sigan aumentando. La creciente frecuencia y gravedad de los fenómenos extremos, junto con la disponibilidad cambiante de recursos y la inhabitabilidad de la tierra, provocará desplazamientos forzados masivos de personas. Esto, a su vez, corre el riesgo de desestabilizar aún más las regiones vulnerables y exacerbar las tensiones existentes. En este contexto, la acción climática no solo es un imperativo ambiental, sino también un componente vital para la consolidación de la paz global.
Las crisis convergentes del cambio climático y la seguridad global no solo están vinculadas, sino que también son fruto de la misma miopía, inmoralidad y lógica errónea. Durante décadas, la búsqueda del beneficio por encima de las personas ha moldeado los sistemas globales, colocando el poder en manos de quienes se benefician de la destrucción y la división. Las industrias de combustibles fósiles, armamentística y financiera, impulsadas por enormes afanes de lucro, han ejercido una influencia desproporcionada en la política, distorsionando los procesos democráticos y obstruyendo los esfuerzos por la justicia climática y la resolución pacífica de conflictos. Estas industrias prosperan gracias a la inestabilidad, la desigualdad, la extracción incesante y el favoritismo oligárquico, dejando tras de sí tierras arrasadas, comunidades fragmentadas y un mundo herido.
Hoy, nos enfrentamos a desafíos comunes que provienen de una raíz compartida: un sistema global cada vez más moldeado por intereses políticos a corto plazo y una concentración de poder. La toma de decisiones está dominada por unas pocas naciones y actores privados, alejados de las comunidades más afectadas por los conflictos y el cambio climático. La visión fundacional del multilateralismo de posguerra, donde cada país, grande o pequeño, tenía voz en la construcción de la paz y el progreso, está siendo olvidada. Sin embargo, el verdadero multilateralismo, como la naturaleza misma, depende del equilibrio: así como cada especie tiene su papel en el ecosistema, también cada nación tiene el mismo valor y voz en el orden global. El cambio hacia un mundo "multipolar" donde la ley del más fuerte amenaza no solo la esperanza de un futuro pacífico, sino también nuestra capacidad colectiva para abordar la crisis climática. El multilateralismo exige mucho de las naciones poderosas; sobre todo, la valentía de ceder poder por el bien común.
Pero así como estas crisis se basan en la misma lógica, pueden superarse mediante valores compartidos. El camino a seguir debe basarse en la solidaridad de los pueblos, el bien común de nuestro hogar compartido y el principio de subsidiariedad, garantizando que las decisiones se tomen lo más cerca posible de los más afectados. Sobre todo, debemos defender la opción preferencial por los pobres, asegurando que los más vulnerables sean los primeros en recibir apoyo, pero empoderados para liderar. Traducir estos valores en acción significa reimaginar nuestros sistemas globales, reformar las instituciones financieras internacionales, eliminar los subsidios a los combustibles fósiles y priorizar las soluciones lideradas por la comunidad en las estrategias climáticas y de consolidación de la paz. Significa centrar el conocimiento indígena y su derecho a vivir en armonía con su tierra, promover la justicia de la deuda, reducir los exorbitantes presupuestos militares y garantizar
Representación inclusiva en las mesas de decisión, desde la ONU hasta los ayuntamientos. El imperativo moral es claro, pero las herramientas están al alcance. Estos principios atemporales de la Doctrina Social Católica ofrecen no solo claridad moral, sino también una guía práctica para construir un mundo pacífico y sostenible.
El Papa León XIV nos recuerda que la no violencia, tanto como método como estilo, sienta las bases para afrontar los desafíos de nuestro tiempo. En este sentido, la no violencia activa se convierte en una respuesta poderosa a las crisis que enfrentamos. Las comunidades que resisten pacíficamente la deforestación, se oponen a las industrias extractivas y abogan por el desarrollo sostenible lo hacen mediante medios no violentos: organización, acción legal y solidaridad internacional. Estos esfuerzos, arraigados en la justicia y el respeto a la dignidad humana, son esenciales para la transformación que buscamos. Oramos para que nuestros líderes recuerden este espíritu de no violencia en sus deliberaciones, recuerden los horrores de la guerra y se esfuercen de nuevo por situar la búsqueda no violenta de la paz en el centro de sus compromisos diplomáticos, conscientes de...
que el futuro del planeta depende de ello.
Hoy alzamos nuestras voces para unirnos al Papa León, a otros líderes religiosos y a personas de buena voluntad en un llamado a detener la marcha hacia la guerra, revertir el rumbo, renovar nuestra pasión por la paz y creer nuevamente que un mundo pacífico es posible; un mundo verde es posible; un mundo mejor es posible.
Alistair Dutton, Cáritas Internacional
Josianne Gauthier, CIDSE
Martha Inés RomeroPax Christi Internacional
Lectura adicional:
Ante la COP30, líderes católicos advierten: la crisis climática corre el riesgo de provocar más guerras y conflictos, Comunicado de prensa de Pax Christi Internacional, Caritas Internationalis y CIDSE, 9 de septiembre de 2025
Contacto CIDSEGiorgio Gotra, director de Operaciones y Comunicación, CIDSE (gotra(at)cidse.org)
Foto de portada: Agricultores etíopes. Créditos: James Cave, SCIAF.

