An encounter that brings the whole world together always represents an opportunity. But a gathering where men and women from all points of the compass come together to explain, share and raise awareness of their fight to defend our Common Home should be one that is accessible to everyone defending our planet’s environment.
(Original text in Spanish below)
At the World Social Form’s Thematic Forum on Mining and Extractivism in Johannesburg in late 2018, there were multiple opportunities for discussion in which people from all over, who dream of a world where there is a place for everyone, could voice their opinions.
Your first reaction on landing in a city with modern infrastructure and a history of mining is that mining does not solve the situation of those who have “fallen through the system’s net”, nor the structural poverty produced in areas where mining is promoted as the new saviour. Far from offering solutions, it deepens inequality in a world context where the richest 1% owns more than the rest of the world put together. It is also noticeable that, as Pope Francis remarked in Laudato Si’, those who suffer most from activities that harm the Home we share are the poor.
Some of the most telling statements came from Patagonia from the voices and struggles of thousands of women challenging roles and stereotypes imposed by the system and who dare to go to the barricades against “mining projects” whose progress represents a death sentence for their communities and land.
Women in the Wallmapu[2], whether they be indigenous or not, as elsewhere in the world, are to be found where people are uniting to stop the advance of mega-mining projects. Each has her own work and domestic responsibilities but is building up support networks that allow them, against all expectations, to continue bringing up children, looking after the home and at the same time turning themselves into defenders of the environment.
In Asia, Muslim women are coming together in their communities to challenge the strict roles imposed on them and creating income-generating opportunities that allow them to provide enough decent food for their children, contribute to domestic finances and, while it is not the main goal, develop a degree of independence.
African women in Uganda, Senegal or the Niger delta, added their voices to their sisters and spoke of the curse of illiteracy and of being deprived of opportunities just because they are women. They recounted that they are not always able to speak openly for fear of losing their children, though they shyly recognised that it was black women farmers who maintained households and the lives of their children and like other women across the globe took on their shoulders the defence of the fruits of creation.
Similarly, native American, Afro-American and white women descended from European immigrants, all the women who inhabit Abya Yala[3], from Alaska to Argentina, were discussing ecofeminism, achieving a huge degree of consensus over the concepts of “invisible”, “unpaid” work, the fact that women’s bodies get treated as conquered territory and are plundered by the system.
A feminist approach was clearly evident, one steeped in gender solidarity that went beyond mere borders, of love for life in the widest sense, devoid of sexism, racism and any type of discrimination. This is a post-colonial feminist approach from which clearly emerged essential pointers for confronting any challenge imposed on us by a system synonymous with individualism.
Those who hope to contribute to building a kinder world need to pay particular heed to the different threads, woven in by women from every point in the globe, standing up to patriarchy, though many are unaware of doing so.
Women from the farthest reaches and very often out of touch, use creative tools to survive in hostile environments without feeling in any way superior to other species. They are practicing genuine “Integral Ecology”, as put forward by Pope Francis in his encyclical.
Those of us in social movements, particularly feminist movements, must not delay in challenging where our approach and theories have been colonized as were our lands in the past. We must realise that the concepts on which we base our struggles can be applied universally and that we need to look more closely using the eyes, hands and experience of women who carry with them the wisdom of their ancestors regarding more balanced relations not just between generations, but as regards all creatures and elements that maintain the fragile equilibrium of what we call planet earth.
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[1] Amandla Awethu! In Zulu, power to the people.
[2] The area where Mapuche is spoken.
[3] In the Kuna language (people of the current territory of Panama) “living earth” or “flourishing land” to designate what is known as America.
About Claudia Huircan:
• Journalist – Broadcaster
• Coordinator of the Justice, Peace and Creation team of the Claretian Missionaries of Argentina, Chile, Paraguay and Uruguay
• Member of the Red de Iglesias y Minería [Churches and mining network] steering group
ORIGINAL ARTICLE IN SPANISH
Amandla Awethu![1]: o el poder al pueblo de todos y todas
Un encuentro de culturas de todo el mundo siempre es una oportunidad, pero un espacio donde convergen mujeres y hombres de diversas latitudes del globo para exponer, compartir y sensibilizar sobre la lucha que llevan adelante en defensa de la Casa Común debería ser un espacio con acceso a todos los defensores ambientales del planeta.
En el marco del Foro Mundial Temático sobre Minería y Economía extractivista desarrollado en Johannesburgo a fines de 2018 se produjeron múltiples espacios de discusión al que cada territorio llevó las voces de quienes sueñan con un mundo donde quepamos todos.
La primera constatación que realicé al desembarcar en una ciudad de infraestructura moderna y de cultura minera histórica fue: la minería no resuelve la situación económica de muchos “caídos” del sistema y mucho menos la pobreza estructural tal cual promete en territorios, donde esta actividad extractiva se promociona como la nueva salvadora. Lejos de ofrecer soluciones, profundiza las inequidades en un contexto mundial donde el 1 % más rico, posee lo que el resto de la población en su conjunto. También se comprueba, tal cual lo remarca el Papa Francisco en Laudato Sì, los más perjudicados por las actividades que degradan la Casa que compartimos, son los pobres.
De los testimonios más enriquecedores volví a la Patagonia con las voces y las luchas de miles de mujeres que desafían los roles y estereotipos impuestos por el sistema y se atreven a enfrentar en la trinchera los “proyectos mineros” cuyo avance se constituye en una sentencia de muerte para las comunidades y los territorios.
En el wallmapu[2], del que formo parte las mujeres sean originarias o no, al igual que en todo el globo, son mayoría en los espacios que se fueron conformando para impedir el avance de proyectos megamineros. Cada una con sus propias responsabilidades familiares y laborales van tejiendo redes de solidaridad que les permiten contra todo pronóstico llevar adelante la crianza de los niños, el cuidado del hogar y a su vez, constituirse en defensoras del ambiente.
En Asia, las musulmanas se animan comunitariamente a desafiar los estrictos roles impuestos y generan espacios de economía solidaria de subsistencia entre las mujeres de la misma comunidad que les ayuda a garantizar alimentos en calidad y cantidad a sus hijos, realizar un aporte al sostenimiento del hogar y sin ser el objetivo fundamental les otorga cierta independencia.
Las africanas de Uganda, Senegal o Delta del Níger, comparten los clamores de sus hermanas y hablan del flagelo del analfabetismo, la falta de posibilidades por el solo hecho de ser mujeres, expresan que no pueden alzar la voz en algunos casos por miedo a perder sus hijos aunque, tímidamente reconocen que las mujeres campesinas negras son las que sostienen los hogares y las vidas de sus hijos y también como otras del resto del mundo ponen sobre sus espaldas la defensa de los Bienes de la Creación.
También las originarias, afroamericanas, las blancas que descienden de los venidos de Europa, todas ellas que habitan Abya Yala[3] desde Alaska hasta Argentina, pusieron en discusión el Ecofeminismo, con grandes núcleos de consenso a nivel conceptual como el trabajo “invisibilizado” o “no remunerado”, los cuerpos de las mujeres como territorios de conquista que también son expoliados por el sistema.
Quedó expuesta una práctica feminista, impregnada de solidaridad de género que vence todos los límites territoriales, de amor por la vida de manera integral, despojada de sexismo, racismo y toda forma de discriminación. Una práctica feminista descolonizada en la que salen a relucir claves irrenunciables para enfrentar cualquier desafío que nos impone un sistema que es sinónimo de individualismo.
Las tramas diversas, tejidas por mujeres en cada espacio territorial, que enfrentan el patriarcado aunque muchas de ellas no lo saben, merecen especial atención por parte de quienes aspiramos a contribuir a la construcción de un mundo más amable.
Las mujeres de los territorios más alejados y en muchos casos incomunicados, aplican herramientas creativas para sobrevivir en un medio hostil sin experimentar ningún tipo de supremacía por sobre el resto de las especies, llevando a la práctica una verdadera “Ecología integral” como nos propone el Papa Francisco en su Encíclica.
Quienes formamos parte de movimientos sociales y en especial los movimientos feministas, debemos poner en discusión sin demora nuestras prácticas y nuestras teorías colonizadas como en su momento lo fueron nuestros territorios, asumir que los conceptos que mueven nuestras luchas no tienen una aplicación universal y que debemos mirarnos un poco más en los ojos, las manos y las experiencias de mujeres que traen consigo una sabiduría ancestral en materia de relaciones más equitativas no solo entre géneros sino con todas las criaturas y las cosas que sostienen el frágil equilibrio en lo que llamamos planeta tierra.
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[1] En Zulú, el poder al pueblo.
[2] Territorio en lengua Mapuche.
[3] En lengua Kuna (pueblo del actual territorio de Panamá) “tierra viva” o “tierra que florece” para designar lo que se conoce como América.
Claudia Huircan:
• Periodista- Locutora
• Coordinadora del Equipo de JPIC (Justicia, Paz e Integridad de la Creación) Misioneros Claretianos de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay
• Integrante del equipo impulsor de la Red de Iglesias y Minería